San Martín de Oliván
Estado de la cuestión
Santa Eulalia de Susín
Estas iglesias han sido muy poco conocidas e incluso ignoradas en los libros de arte hasta no hace muchos años.
En la actualidad, sin embargo, constituyen referencia obligada cuando se habla del arte medieval español. No olvidemos que todo el conjunto está declarado de interés histórico artístico de carácter nacional desde 1982, aunque la iglesia de Lárrede ya lo era desde 1931. La Ley de Patrimonio de 1999 declara a todas estas iglesias como BIC (Bien de Interés Cultural).
Su adscripción a un estilo artístico concreto ha sido, y sigue siéndolo ahora, cuestión de debate. Y es que la presencia de ciertos elementos singulares, así como la falta de documentación en la que basarse, da paso al campo de la hipótesis.
Todo comienza en agosto de 1922 cuando Rafael Sánchez Ventura, acompañado por el fotógrafo Joaquín Gil Marraco, descubre este grupo de iglesias y once años después, junto con Francisco Íñiguez, publican un estudio en el que se afirma que “parecen traducir estas iglesias un mozárabe mal interpretado y peor conocido, de principios perdidos y lejanos…”; la presencia del arco de herradura y el enmarcado de puertas y ventanas, a modo del alfiz del arte islámico, les indujo a pensar en el mozarabismo de estas iglesias.
Este descubrimiento dio paso en la época de la II República a la restauración del ejemplar más representativo del grupo, San Pedro de Lárrede. La cronología que les asignan a estas iglesias va desde la época de Ramiro I hasta finales del mismo siglo XI.
… Al concluir ese mes de agosto (1922)… mi buen amigo Rafael Sánchez-Ventura me dijo que un funcionario de Energías, cazador de afición, le había dicho haber encontrado una iglesia parroquial que ostentaba puertas y ventanas con arcos de herradura… Nadie, hasta entonces, había reparado la existencia del que resultó tan notable e interesantísimo monumento… Sánchez Ventura me pidió le acompañase en esa investigación… Desde La Pardina, en Sabiñánigo, nos dirigimos hacia Lárrede, pasamos el cruce con la carretera a Jaca, después Senegüé… Sobre las 5 de la tarde, en un día claro pero ya no en muy favorables condiciones de luz, nos encontramos en Lárrede… El monumento objeto de investigación nos pareció extraordinario…
(Joaquín Gil Marraco, Revista Serrablo, nº 50 (diciembre de 1983)
En 1934, Manuel Gómez Moreno piensa que estas iglesias podrían ser obra de arquitectos andaluces y realizadas a finales del siglo XI con condicionantes del estilo mozárabe y lombardo. Ricardo del Arco, cuando realiza en 1942 el “Catálogo monumental de Huesca”, hace una síntesis de lo expuesto por Sánchez Ventura y Gómez Moreno.
Un año después, en 1943, José Gudiol Ricart y Juan Antonio Gaya Nuño matizan la teoría de Gómez Moreno y niegan el carácter lombardo para encuadrarlas en el primer románico aragonés. No obstante, admitían las influencias mozárabes.
En 1951, Manuel Gómez Moreno vuelve a ocuparse de estas iglesias incluyéndolas en el arte mozárabe.
Hasta 1966 no vuelven los estudiosos la mirada hacia este grupo de iglesias. Así, Francisco Íñiguez cuando estaba estudiando el monasterio de Leyre, aporta un nuevo elemento en la investigación: la clara influencia musulmana del grupo y, sobre todo, la relación directa de las torres-campanario con el minarete de la mezquita de El-Omaria en Bosra (Siria).
Ese mismo año, Antonio Durán Gudiol publicaba un trabajo en el diario “Nueva España” de Huesca, en el que se decanta claramente por el mozarabismo de estas iglesias, estableciendo su cronología entre el año 950 y el 1020.
Dos años después, en 1968, presentaba en un Congreso celebrado en Oporto una comunicación en la que se ratificaba su teoría mozarabista. Al hilo de ello, el medievalista francés René Crozet aceptó esta teoría aportando sus puntos de vista.
Ángel Canellas y Ángel Sanvicente, en 1971, se inclinan por encuadrar este grupo en el protorrománico del siglo XI. Ese mismo año, Íñiguez Almech vuelve a ocuparse de estas iglesias opinando que eran obra de colonización entre finales del siglo X y comienzos del XI, con mezcla de arquitecturas de tipo musulmán y carolingia.
El estudio de más envergadura realizado sobre las iglesias serrablesas lo sacará a la luz en 1973 Antonio Durán Gudiol. En efecto, en su libro Arte altoaragonés de los siglos X y XI presenta con gran rigor su teoría mozarabista, analizando iglesia por iglesia y señalando una cronología que transcurre desde mediados del siglo X a mediados del XI. Para él esta comarca estuvo bajo el dominio musulmán que se hacía efectivo desde Huesca, extendiéndose el cristianismo en la zona en ese mismo periodo con la llegada de cristianos oscenses y también aragoneses y navarros. Tres serían los elementos arquitectónicos que ponen de manifiesto el mozarabismo con la influencia musulmana: las torres-campanario, el arco de herradura rebajado y el alfiz.
En 1978, saldrá a la luz la Guía monumental de Serrablo, escrita con Domingo Buesa, en la que se ratifica su teoría mozarabista.
Nueve años después, en 1982, los profesores de la Universidad de Zaragoza Fernando Galtier, Manuel García Guatas y Juan Francisco Esteban, en su obra El nacimiento del arte románico en Aragón, las incluyen en el románico-lombardo de la segunda mitad del siglo XI.
Iglesias del “círculo larredense” es la denominación con la que etiquetan estos autores a las iglesias serrablesas, al tomar como ejemplo representativo de todo el conjunto la iglesia de Lárrede. Entre otras cosas, niegan la existencia de alfices y de arcos de herradura, a los que denominan como falsos. Eso sí, admiten la existencia de tradiciones locales emanadas del monasterio de San Andrés de Fanlo, en el que había libros “toledanos” con miniaturas mozárabes; esas tradiciones se superpusieron a las llegadas del exterior, en este caso al lombardismo.
En 1983, José Mª Establés se alinea con la hipótesis de estos últimos investigadores en su obra Arte románico en el Viejo Aragón.
En 1987, Fernando Galtier dedica otra vez su atención a estas iglesias en su artículo “En torno a los orígenes del círculo larredense”, en el que se ratifica sobre lo sostenido cinco años antes con sus compañeros de Universidad.
Un nuevo libro de Antonio Durán Gudiol sale a la luz en 1989. Su título, El monasterio de San Pedro de Siresa, resulta engañoso, ya que se ocupa también de las iglesias serrablesas (le confundieron en imprenta el título original).
Pues bien, en esta obra Antonio Durán afina todavía más en la cronología de estas iglesias y en el análisis estructural de las mismas, reafirmando su carácter mozárabe e indicando una tradición visigoda a las primeras iglesias que se levantaron en la zona.
Ese mismo año aparece el libro Itinerarios románicos por el Alto Aragón, de Jaime Cobreros. Al referirse a las iglesias serrablesas hace una síntesis entre las teorías de los “mozarabistas” y “alpinistas” y, aunque parece alinearse con los últimos, concluye que el enigma sobre estas iglesias probablemente no se resolverá nunca, algo que no le desespera “pues cierto misterio e incertidumbre no viene nada mal a las nítidas líneas y dibujados volúmenes de las iglesias de Serrablo”.
En 1994, Adolfo Castán aporta una visión interesantísima sobre las raíces de las iglesias serrablesas a través de su artículo “Sobre los orígenes del arte serrablés”, tratando de demostrar dónde están los modelos originales de estas iglesias y defendiendo su mozarabismo, en clara sintonía con Antonio Durán.
Tres años más tarde, en 1997, Manuel García Guatas publica un nuevo libro, El arte románico en el Alto Aragón. Se reafirma en su teoría románico-lombarda.
Dentro de la colección CAI-100 (nº 89), una serie divulgativa de temas aragoneses, se publica en el año 2000 el libro Las iglesias de Serrablo, de José F. Ruíz Pérez, en el que se resumen con claridad y precisión las teorías existentes sobre estas iglesias.
En el año 2002 sale a la luz el tomo IV de la serie El románico en Aragón, de José L. Aramendía, tomo en el que se incluyen las iglesias de Serrablo y que este estudioso las cataloga como románicas de la segunda mitad del siglo XI.
Así pues, esta es la polémica de su adscripción. En todo caso, todas las hipótesis son respetables, sean etiquetadas estas iglesias como mozárabes, románico-lombardas o simplemente románicas. De cualquier manera, en lo que sí coinciden todos los investigadores es en que estas iglesias conforman un grupo singular, peculiar y único en el mundo del arte; y tanto es así que ya son muchos los estudiosos y amantes del arte que para referirse a estas iglesias lo hacen con la etiqueta de “iglesias serrablesas”, o incluso llegan a hablar del “estilo serrablés”.
Lo verdaderamente importante es que han sido salvadas de la ruina, hecho del que nos sentimos partícipes con orgullo.